TÍTULO: EL SALMO ES MÍO
Autor: LEÓN FELIPE
Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe (Tábara, 11 de abril de 1884 – Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968) fue un poeta español. El nombre de León Felipe, con el que se ha consagrado como uno de los grandes poetas de lengua española, y por el que se lo conoce universalmente, lo utilizó por primera vez en 1919, cuando en Almonacid de Zorita (Guadalajar) concluyó la versión definitiva de su libro Versos y oraciones de caminante. Aunque su estilo es personalísimo y difícil de encasillar —y por edad pertenece a un entorno cronológico anterior—, a veces se le adscribe a la nómina de los poetas de la Generación del 27.
Biografía
Nació en una familia acomodada. Su padre, Higinio Camino de la Rosa, natural de Herrín de Campos (Valladolid), fue notario. Pasó años de su infancia en Sequeros y en Santander, destinos de su padre. Tras licenciarse como farmacéeutico para agradar a su padre, León Felipe inició una vida llena de peripecias, empezando por la regencia de varias farmacias en pueblos de España y recorriendo a la vez el país como cómico de una compañía de teatro.
Permaneció tres años en el penal de El Dueso, Santoña, (Santander), convicto de desfalco:
«Viví tres años en la cárcel... / no como prisionero político, / sino como delincuente vulgar...».
Al salir de prisión en el año 1917, su cuñado Jesús Cadenas y Cadenas, que estaba casado con la hermana del poeta, Consuelo, y era secretario del Juzgado de Valmaseda (Vizcaya), facilitó que León Felipe regentara una farmacia en la villa encartada, y residió en ella junto a su familia durante un par de años. Allí compuso entre otros un poema titulado Valmaseda.
«Es un gris y adusto pueblo vizcaíno / donde eternamente cae el agua a manta. / Un pueblo que firmes sus muros levanta / sobre el opulento río cristalino.»
Allí conoció a la peruana de origen valmasedano, Irene Lambarri, que pasaba largas temporadas en Valmaseda (Vizcaya). Su vida bohemia lo sumió en una situación económicamente complicada hacia 1919, cuando iniciaba su obra poética en Madrid.
He dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales,
he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos
y me ha dado limosna —Dios se lo pague—
una prostituta callejera...
Felipe León, Poesías completas (2004)
Después de tres años de estancia en Guinea Española —en aquellos años colonia española— trabajando como administrador de hospitales, viajó a México en 1922 con una carta de Alfonso Reyes que le abriría las puertas del ambiente intelectual mexicano.
Trabajó como bibliotecario en Veracruz y como profesor de literatura española en la Universidad Cornell, Estados Unidos. Contrajo un segundo matrimonio con Berta Gamboa, también profesora.
Volvió a España poco antes de iniciarse la Guerra Civil Española y vivió como militante republicano hasta 1938, año en que se exilia definitivamente a México, donde pasó a ser agregado cultural de la embajada de la República española en el exilio, única reconocida entonces por el Gobierno de Cárdenas.
EL SALMO ES MÍO
Y la España que se llevó la canción, se llevó el salmo también.
Jamás oí en las catedrales españolas un salmo afilado que se pudiese clavar en el cielo, en la tierra o en la carne del hombre.
Y siempre me preguntaba al entrar en las iglesias: ¿dónde estará el salmo? ¿dónde le habrán escondido los canónigos?
Durante el expolio de la última guerra española, lo encontré. Lo habían guardado los sacristanes en una vitrina y allí lo retenían como un idolillo inútil ya y sin sentido, para que lo contemplasen la erudición eclesiástica, los poetas pedantes y los turistas.
Me lo llevé. Entonces me lo llevé. Al final ya de la contienda, allá por los últimos días del año 1938, cuando los 'rojos' se habían ya incautado de las iglesias y de los ornamentos sagrados (de los utensilios y los cubiletes de los malabaristas y de los mercaderes del templo), y me llevé el salmo.
Denunciadme al Sumo Pontífice, dadle mis señas, mostradle mi cédula (este libro es mi cédula).
Decidle que es que va aullando en la ráfaga negra del Viento, por todos los caminos de la Tierra... es el salmo. Y que no me lo llevo, que me lo llevo en mi garganta, que es la garganta rota y desesperada del hombre a quien él ha dejado sin altar y sin tabernáculo.
No me lo robo. Me lo llevo... ¡lo rescato! El salmo es mío... ¡del poeta! El salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes.
¡Fue un préstamo!
Y ahora me lo llevo.
Cuando los arzobispos bendicen el puñal y la pólvora y pactan con el sapo iscariote y ladrón... ¿para qué quieren el salmo?
El poeta lo rescata... se lo lleva, porque el salmo es del poeta... ¡Mío!... ¡El salmo es mío!
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