Ficha Técnica
Nº de páginas: 512
Tiempo de lectura:
12h: 15m
Editorial: Literatura
Randon House
Idioma: Castellano
Encuadernación: Tapa
blanda
ISBN: 9788439703853
Lugar: Barcelona
Año de edición: 2002
BIOGRAFÍA
Gabriel García Márquez, el Gabo, nació un 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, un pueblo que sería luego Macondo, el universo mágico de Cien años de soledad. Fue criado por sus abuelos: su abuelo Nicolás, coronel que hablaba con fantasmas, y su abuela Tranquilina, que creía en premoniciones y milagros. Ambos le enseñaron que la realidad podía ser fantástica. A los 8 años leyó La metamorfosis y supo que quería ser escritor: entendió que se podía contar lo inverosímil con la naturalidad de un parte meteorológico.
Fue
periodista, vivió en París, Bogotá, Roma y México, y alguna vez escribió en un
café rodeado de papeles y humo. Cuando empezó Cien años de soledad
hipotecó su coche, vendió la nevera y mandó por correo el manuscrito dividido
en dos: no tenía dinero para enviarlo completo. El editor lo leyó en una noche.
Amigo
de Fidel Castro, enemigo de las visas estadounidenses, una vez fue interceptado
por la CIA por enviar una máquina de escribir a un preso político. En 1982 ganó
el Nobel y el jurado dijo que había mezclado “la fantasía con la política”.
Nunca usó ordenador, prefería hacerlo en una máquina de escribir eléctrica IBM.
Creía
que la memoria es una forma de ficción. Murió en 2014, pero Macondo sigue vivo,
girando en su eterno torbellino de mariposas amarillas.
RESEÑA
"El amor en los tiempos del cólera": una sinfonía de la espera y la eternidad
Gabriel García Márquez, tras haber fundado un universo propio con Cien años de soledad, regresa con El amor en los tiempos del cólera a la dimensión más humana del realismo: el amor no como arrebato juvenil, sino como una promesa paciente que atraviesa el tiempo, el deterioro y las convenciones sociales. Publicada en 1985, esta novela es un canto al amor maduro, a la perseverancia de lo inverosímil, a la fe en lo que ya parecía perdido.
Florentino Ariza y Fermina Daza encarnan una pareja fuera del canon romántico. Él, un joven poeta tímido y soñador, se enamora de ella con una devoción casi religiosa, alimentada por cartas, silencios y esperas. Fermina, más pragmática y marcada por su entorno burgués, elige casarse con el médico Juvenal Urbino, símbolo del progreso, la higiene y la racionalidad. Pero Florentino, tras el rechazo, promete esperar —no días ni años, sino toda una vida— hasta que llegue su momento. Y ese momento llega más de medio siglo después, cuando los cuerpos envejecen pero las pasiones resisten.
La
maestría de García Márquez se manifiesta no solo en la urdimbre temporal de la
novela, que se despliega entre finales del siglo XIX y principios del XX en una
ciudad caribeña no nombrada pero fácilmente identificable, sino en su capacidad
para construir atmósferas saturadas de sensualidad, decadencia, ironía y
ternura. La prosa es exuberante, a menudo barroca, pero nunca gratuita; cada
frase parece cincelada con la paciencia de Florentino, cada escena destila un
tiempo que se disuelve como el perfume en una carta olvidada.
García
Márquez esperó 17 años con la primera página escrita de “Cien años de soledad.
Tenía decidido comenzar con aquello de “Muchos años después el coronel
Aureliano Buendía habría de recordar la remota tarde en la que su padre lo
llevó a conocer el hielo” porque con ella coloca al lector en el centro de la
historia, solo hay otro comienzo de novela tan fulgurante e inigualable como el
del Quijote, que ya en la primera frase introduce al lector forma irrevocable
en el epicentro de la historia. De igual manera, a la prosa exuberante García
Márquez sigue demostrando que la magia lo sigue acompañando mientras crea una
genealogía de mujeres sorprendentes e inverosímiles, de nombres tan reales o
únicas como: Sara Noriega, Tránsito Ariza, Leona Casiani, Gyala Plascidia,
Franca de la Luz, Lucrecia del Real, América Vicuña, Hildebranza Sánchez,
Ofelia Urbino o Ausencia Santander. Solo
por el hecho de llamarse Ausencia Santander se tiene el derecho a protagonizar
una novela de amores ardientes o desdichas inevitables.
El
cólera —en su doble acepción como epidemia literal y como enfermedad pasional—
atraviesa la novela como metáfora persistente. En tiempos de mortandad,
inestabilidad política y modernización, García Márquez plantea que el verdadero
escándalo es un amor que se rehúsa a morir. Y lo hace sin idealizar, mostrando
los excesos, las contradicciones y las sombras del deseo.
Quizás lo más audaz de la novela es su desenlace: dos ancianos navegando por un río clausurado, con una bandera amarilla de cuarentena como emblema de su exclusión del mundo. Allí, donde todo debería apagarse, el amor vuelve a encenderse, no con el fuego de la juventud, sino con la llama sabia de quienes han aprendido que el tiempo es también un personaje del amor.
En El amor en los tiempos del cólera, García Márquez no solo cuenta una historia: hace del amor una estética, una forma de resistencia contra la muerte y el olvido. Una novela que, como sus protagonistas, envejece con dignidad y crece con los años en el corazón de sus lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario