POESÍA
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TÍTULO: DUOS HABET ET BENE PENDENTES
Autor: ANTONIO POLO
En algún lugar del Vaticano, arrinconadas
hay dos sillas que antes tuvieron relevancia.
La silla gestatoria y la sedia stercoraria.
La primera era conducida por los sedianos pontificios,
unos flabelos fervorosos que elevaron
sobre sus cabezas por última vez a un papa
de corta resonancia: Juan Pablo I.
La segunda, instaurada en la medianía del noveno siglo,
llegó a impedir episodios tan alarmantes como el sucedido
durante la procesión desde San Pedro a San Juan de Letrán,
en la que el papa Juan VIII resultó ser
una dama que dio a luz en mitad del cortejo.
La Iglesia se puso en manos, otra vez, de un carpintero.
A la stercoraria era invitado el sucesor de Cristo,
y allí un joven diácono, o cardenal que también lo hubo,
introducía su mano por la abertura del asiento,
y tras el palpo decidido y apretado de los venerables
atributos, el diácono pronunciaba la solemne frase:
“Duos habet et bene pendentes” que venía a ser:
“Tiene dos y le cuelgan bien”. A lo que el público respondía:
“Deo Gratias”. “A Dios gracias”.
Podemos afirmar, sin temor a equívoco, que la Iglesia
es en si misma un verdadero milagro.
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