Nº de páginas: 128
Tiempo estimado de Lectura:
2h 58m
Editorial: Editorial Anagrama
Colección: Contemporánea
Idioma: Castellano
Encuadernación: Tapa
blanda
ISBN: 9788433908407
Traductor: Xavier González
Rodríguez
Año de edición: 1997
ALESSANDRO BARICO
Nacido en 1958 en la ciudad de Turín, su infancia coincidió con los llamados Anni di piombo, un periodo de los años setenta donde había mucha insatisfacción por la situación política italiana y casi se genera una guerra cívil. Baricco cataloga su ciudad natal como un lugar triste y serio lleno de calles sombrías, donde la luz era un privilegio, un sueño. Fue precisamente el mundo de los libros, lo que le ayudó a entender la vida como una mezcla de intensidades de luz y oscuridad.
Aunque escribió su primera novela con 30 años, desde bien pequeño había escrito con mucha facilidad. Se licenció en Filosofía y también estudió música, especializándose en el piano. A los 19 años, dejó a su familia y utilizó su facilidad para las letras para trabajar. Durante diez años escribió de todo: en los diarios, en las editoriales, para agencias publicitarias, para políticos. Incluso escribió manuales de instrucciones para electrodomésticos. Gracias a sus estudios filosóficos, también escribió ensayos. De hecho, lo primero que escribió fue un ensayo sobre Rossini, Il genio in fuga, donde hace una interpretación de su teatro musical. Le interesaba mucho este tipo de escritura y era aquello que pensaba que se dedicaría cuando fuera mayor.
También trabajó como crítico musical para el diario La Repubblica y La Stampa. En los noventa, presentó un programa de televisión dedicado a la lírica (L’amore è un dardo). También creó y presentó el programa Pickwick, emisión dedicada a la literatura, en la cual se trataban tanto la escritura y la literatura, con el fin de propulsar el interés por la literatura. Al fin, había probado diferentes tipologías, pero nunca había tenido la idea de convertirse en novelista (al menos, durante muchos años). Con 25 años, le pidieron que escribiera una película y fue la primera vez que escribió alguna cosa de ficción. Este fue el momento donde descubrió que escribir ficción era otra cosa que podía hacer.
En el año 1994, fundó, en Turín, la Scuola Holden, destinada a formar a escritores. La idea era crear una escuela de la que Holden Caufield, el protagonista de El guardián entre el centeno, nunca hubiera sido expulsado. La escuela cuenta con un modo bastante particular de promover el crecimiento en sus estudiantes. Se enseña con métodos, principios y reglas que es difícil de encontrar en otros lugares. Viviendo en sus propias carnes la soledad que acompaña este oficio, uno de los postulados de la escuela es evitar la visión del escritor como un ermitaño. Los escritores son también artistas, aunque son los únicos que construyen obras invisibles que nadie más puede ver hasta que están finalizadas. Si escribir una novela es como construir una “catedral invisible”, la escuela Holden busca hacer más liviano el oficio de escritor, pues en ella se reúnen alumnos que construyen otras “catedrales invisibles”. Además, los profesores, que ya han construido otras “catedrales”, acompañan y guían en esta construcción, haciendo el oficio de escribir más llevadero. Baricco dice que escribir es como correr solo en un estadio lleno de gente. Las gradas llenas, en la pista, solo tú y tu libro. Él cree firmemente que para el desarrollo de este oficio se necesitan de buenos entrenadores. Ya que de la misma manera, si bien no entenderíamos que a un atleta profesional no se le enseñara técnica, tampoco se puede entender un escritor sin técnicas narrativas. Sin embargo, mucha gente piensa que no se debe aprender a escribir y son muchos los profesores que recomiendan leer para aprender. Él se muestra en una postura totalmente opuesta y añade que los que piensan que la escritura no se puede enseñar no tienen una buena relación con ella. La escritura no deja de ser un oficio artesanal. No es algo de artistas inspirados por una voz divina. Las historias más profundas y bellas surgen gracias a la sinergia del talento y técnica. [Estilonext]
RESEÑA
"Era
1861. Flaubert estaba acabando Salammbô, la luz eléctrica era todavía una
hipótesis, y en la ruleta salía siempre el número dieciséis..."
Seda es la historia de la certeza de la propia suerte. En ella se percibe una atmósfera de abandono al destino cuyos personajes lo asumen como se asume la realidad. Baricco cuenta la historia de amor y de deseo de un comerciante de gusanos de seda, para el cual el tiempo en realidad es un espacio para la reflexión. Hervé Joncour recorre ocho mil kilómetros en cada viaje a Japón y mientras recorre el mundo atraviesa ríos, montañas y mares, y cada vez que lo hace percibe que algo va cambiando en él, como el lago Baikal al que llamaban mar primero, y luego el último, el demonio o el santo, y Joncour que viaja con una carta de amor escrita con ideogramas orientales en el bolsillo presiente, solo al final, que las aguas embravecidas que presuponía en ella en realidad eran el reflejo del apacible fondo de la bahía de Niza, en donde Hélene, su mujer, le regaló tres semanas de pequeña e intachable felicidad.
Alessandro Barico ha escrito la novela de un sacrificio, como a veces es el amor o las cosas cercanas que nos rodean.
-"Invisible".
“Si a usted le gusta el café descafeinado, los cigarrillos light, la música new age y la narrativa de Paul Auster, entonces le encantará SEDA, de Baricco, quien, por cierto, tiene apellido de tallarín o de ravioli (light, por supuesto). Porque SEDA es una novela para los tiempos light y descafeinados que corren, sencillita, ligerita y breve, sobre todo breve. Para este servidor la única virtud de SEDA es que su éxito puede poner sobre aviso al cerril mercado editorial español sobre la pertinencia de la novela corta. Lo demás es silencio, no "música blanca" como afirma pretenciosamente Baricco en la contraportada. Porque SEDA no es una novela corta, sino un cuento largo: a semejante argumento Calvino no le hubiera dedicado más de tres páginas y Borges una nota al pie. En SEDA no hay profundidad ni tensión ni nada de nada: es una acuarela en cinco colores (ni uno más), no hay personajes sino entes lingüísticos mágicamente transportados de una Francia de opereta a un Japón de ópera de Puccini donde falta, por supuesto, la música”.
Seda es un monólogo interior, un libro poético y minimalista.
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