sábado, 4 de mayo de 2024

SESION XII (23/24): "Fahrenheit 451" Ray Bradbury

 


FICHA TÉCNICA

Nº de páginas:  192

Tiempo de lectura: 4h 31 m

Editorial: Libro del Zorro Rojo

Colección: Contemporánea

Idioma: Castellano

Encuadernación: Tapa blanda

ISBN:  9788412470789    

Traductor: Marcial Souto

Año de edición: 2022


RAY BRADBURY

(Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920-Los Ángeles, California, 5 de junio de 2012) fue un escritor estadounidense del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas (1950), y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).

En 1936, Bradbury se unió a la Los Angeles Science Fiction Society, que era una de las muchas asociaciones de escritores jóvenes que estaban emergiendo activamente en los Estados Unidos posterior a la Gran Depresión.

 Se graduó de Los Ángeles High School en 1938, pero no pudo asistir a la universidad porque su familia era pobre y no podía pagarla.

 Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos de 1938 a 1942. Además, se propuso formarse de manera autodidacta pasando la mayor parte de su tiempo en la biblioteca pública leyendo libros y en ese periodo comenzó a escribir sus primeros cuentos. Empezó a publicar en Futuria Fantasy, en la que comienza a reflexionar sobre el futuro y sus peligros. En solo dos años se publicaron cuatro números de esta revista.

 En estas pequeñas publicaciones empezó a perfeccionar gradualmente sus habilidades literarias, formando un estilo individual.

 Sus trabajos iniciales los vendió a revistas y, así, a comienzos de 1940, algunos de estos fueron compilados en Dark Carnival en 1947. La publicación, sin embargo, fue recibida por el público sin mucho interés.

 Finalmente, se estableció en California, donde residió y continuó su producción hasta su fallecimiento.

 En 1942, Bradbury finalmente dejó de vender periódicos y pudo sustentarse cómodamente de su actividad literaria, creando hasta 52 historias al año. También siguió activamente el desarrollo de la ciencia y la tecnología; visitó la Exposición Universal de Chicago y la Exposición Universal de Nueva York (1939).

 En 1946, en una librería de Los Ángeles, Bradbury conoció a Margaret McClure (Maggie), quien sería su futura esposa. El 27 de septiembre de 1947, Maggie y Ray contrajeron matrimonio, una unión que duró hasta la muerte de McClure en 2003. En 1949 nació su primera hija; Susan, seguida de Ramona, Bettina y Alexandra. Durante los primeros años, Maggie trabajó duro para darle a Ray la oportunidad de poder desarrollar sus escritos, pues la profesión de escritor de Ray en ese momento no le reportaba muchos ingresos; los ingresos mensuales totales de la familia eran de unos 250 dólares, la mitad de los cuales los ganaba Margaret.

 

Tres años más tarde, apareció una colección de historias "marcianas", que componen la novela Crónicas Marcianas, que se convirtió en el primer libro de éxito comercial de Bradbury y que cuenta sobre los seis primeros viajes a Marte y su posterior colonización.

 El escritor admitió más tarde que considera las Crónicas su mejor libro. Cuando Bradbury se llevó esta colección a Nueva York al agente literario Don Congdon, no tenía dinero ni para el tren: tenía que viajar en autobús, y se comunicaba con Congdon exclusivamente por teléfono en la gasolinera frente a su casa. Pero ya en su segundo viaje a Nueva York, Bradbury fue recibido por aficionados de su obra.

 Bradbury escribió cuentos y novelas de diversos géneros, desde el policial hasta el realista y costumbrista, pero se le conoce como un escritor clásico de la ciencia ficción y fantasía. También, trabajó como argumentista y guionista en numerosas películas y series de televisión, entre las que cabe destacar su colaboración con John Huston en la adaptación de Moby Dick para la película homónima que este dirigió en 1956. Además, escribió poemas y ensayos.

Murió el 5 de junio de 2012 a la edad de noventa y un años en Los Ángeles, California. La biblioteca personal de Bradbury fue legada a la Biblioteca Pública de Waukegan, donde tuvo muchas de sus experiencias formativas de lectura.

Sobre la Edición de Fahrenheit 451

Una novela distópica de Ray Bradbury, publicada en 1953 y considerada una de sus mejores obras. La novela presenta una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos y existen «bomberos» que queman cualquiera que encuentren. En la escala de temperatura Fahrenheit  (ºF). 451 grados equivalen a 232,8 ºC, y su significado se explica en el subtítulo de la obra: «Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde». En una entrevista de radio de 1956, Bradbury afirmó haber escrito Fahrenheit 451 por sus preocupaciones durante la era McCarthy de la amenaza de quema de libros en los Estados Unidos. En años posteriores lo describió como un comentario sobre la forma en que los medios de comunicación de masas reducen el interés por la literatura.

 

Reconocimientos

En 1954, Fahrenheit 451 ganó el premio en literatura de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y la medalla de oro del Commonwealth Club of California. En 1984 recibió un premio Prometheus de categoría «Salón de la Fama» y en 2004, un premio Hugo retrospectivo de 1954. En los premios Grammy de 1977, la versión en audiolibro de 1976 recibió una nominación en la categoría de mejor grabación hablada.

 Adaptaciones

Entre las adaptaciones de la obra se incluyen una película de 1966 dirigida por François Truffaut y una dramatización de 1982 emitida por BBC Radio. Bradbury publicó una versión teatral en 1979 y ayudó a desarrollar en 1984 un videojuego de ficción interactiva titulado


Fahrenheit 451. HBO estrenó en 2018 una película homónima basada libremente en la novela y sus personajes. En 2009 la editorial Hill and Wang publicó la novela gráfica Ray Bradbury's Fahrenheit 451, con ilustraciones de Tim Hamilton y texto del propio Bradbury, quien además escribió una introducción.

 Creación de Fahrenheit 451

En la edición de 1993, Ray Bradbury añadió un posfacio en el que contaba su proceso creativo. Allí, afirmó que escribió la novela en apenas nueve días en el sótano de una biblioteca. Utilizó una máquina de escribir que funcionaba con monedas. De hecho, le costó 9 dólares y medio.

 No puedo explicarles que excitante aventura fue, un días tras otro, atacar la máquina de alquiler, meterle monedas de diez centavos, aporrearla como un loco, correr escaleras arriba para ir a buscar más monedas, meterse entre los estantes y volver a salir a toda prisa, sacar libros, escudriñar páginas, respirar el mejor polen del mundo, el polvo de los libros, que desencadena alergias literarias...

 El autor llegó a afirmar "yo no escribí Fahrenheit 451, él me escribió a mí". Lamentablemente, en el ambiente que reinaba en Estados Unidos, era muy complejo que alguna editorial se quisiera arriesgar con un libro que aludía a la censura. Sin embargo, fue Hugh Hefner quien se animó a publicarla en la revista Playboy y le pagó a Bradbury 450 dólares.

 RESEÑA

 La distopía hecha realidad.

Mirada con los ojos de la actualidad, esta es la frase que lamentablemente puede definir la novela. La realidad del mundo distópico que Bradbury creó en la lejana década 1950, se ha instalado entre nosotros.

"Fahrenheit 451" es una obra maestra distópica escrita por Ray Bradbury que arroja una luz inquietante sobre un futuro donde los libros están prohibidos y la sociedad está obsesionada con la superficialidad y la conformidad. La trama sigue a Guy Montag, un bombero encargado de quemar libros en lugar de apagar incendios, en un mundo donde el conocimiento es considerado peligroso y la cultura se ha convertido en un entretenimiento vacío.

 

Bradbury utiliza la metáfora del fuego para representar la destrucción de la libertad intelectual y la creatividad, mientras que Montag emerge como un símbolo de rebelión contra un sistema opresivo. A través de su viaje, el lector se sumerge en un torbellino de emociones mientras Montag se enfrenta a la alienación, la represión y finalmente encuentra la redención en la búsqueda del conocimiento.

El autor utiliza una prosa rica y evocadora para pintar un retrato vívido de una sociedad en decadencia, donde las pantallas de televisión gigantes y las drogas se utilizan para adormecer a las masas. Sin embargo, entre las cenizas de la ignorancia, Bradbury ofrece destellos de esperanza a través de personajes como Clarisse, quien despierta la curiosidad dormida de Montag y lo lleva a cuestionar su mundo.

 Pero en una de las conversaciones con Clarisse, esta consigue poner en funcionamiento la maquinaria desengrasada de Montag, y en uno de los pasajes le  dice:

“A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el Metro. O en las cafeterías. Y ¿sabe qué?

- ¿Qué?

-La gente no habla de nada.

- ¡Oh, de algo hablarán!

-No, de nada. Nombran una serie de automóviles, hablan de ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos comentan lo mismo y nadie tiene una idea original. En los cafés, la mayoría de las veces tan solo se oyen las máquinas de chistes, siempre los mismos, o la pared musical encendida y todas las combinaciones coloreadas suben y bajan, pero se trata únicamente de colores y de dibujos abstractos, y en los museos… ¿Ha estado en alguno? Todo es abstracto. Es lo único que hay ahora. Pag. 43

 "Fahrenheit 451" es un recordatorio atemporal de los peligros del conformismo y la importancia de la libertad de expresión y el pensamiento crítico. A medida que la sociedad avanza hacia un mundo cada vez más tecnológico, las lecciones de esta novela son más relevantes que nunca, recordándonos que la verdadera riqueza se encuentra en la sabiduría y la imaginación, no en la comodidad superficial.


SESIÓN XII, POESÍA: José Afonso "Teresa Torga"

 José Afonso

 José Manuel Cerqueira Afonso dos Santos (2 de agosto de 1929-23 de febrero de 1987), conocido como José Afonso, Zeca Afonso y Zeca, fue un cantautor portugués. Zeca Afonso fue el compositor del tema popular Grândola, Vila Morena, que sirvió de contraseña para el inicio de la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974. Además de sus estudios de la música tradicional lusitana y africana, se ha destacado su implicación política como compositor de canción protesta contra la dictadura de Salazar. En 1983 se le concede la Ordem da Liberdade y la rechaza, por aquel entonces ya estaba enfermo de ELA. A su muerte se la vuelven a conceder y su viuda vuelve a rechazarla por mantener la decisión de su marido.

Hay varias películas sobre esta revolución, y una muy interesante es “Capitanes de abril” de María Medeiros (2000)


Hoy es 25 de abril y el 50 aniversario de la Revolución portuguesa que acabó con la dictadura de Salazar conocida como la del Estado Novo y la más larga del mundo (desde 1933 hasta 1974).  Hoy traemos el poema de José Afonso titulado: Teresa Torga.

TERESA TORGA

No centro da Avenida
No cruzamento da rua
Às quatro em ponto perdida
Dançava uma mulher nua
A gente que via a cena
Correu para junto dela
No intuito de vesti-la
Mas surge António Capela
Que aproveitando a barbuda
Só pensa em fotografá-la
Mulher na democracia
Não é biombo de sala
Dizem que se chama Teresa
Seu nome é Teresa Torga
Muda o pick-up em Benfica
Atura a malta da borga
Aluga quartos de casa
Mas já foi primeira estrela
Agora é modelo à força
Que a diga António Capela
T’resa Torga T’resa Torga
Vencida numa fornalha
Não há bandeira sem luta
Não há luta sem batalha

 José Afonso


miércoles, 24 de abril de 2024

SESIÓN XI (23/24): "Seda" Alessandro Barico

 


FICHA TÉCNICA

Nº de páginas:  128

Tiempo estimado de Lectura: 2h 58m

Editorial:  Editorial Anagrama

Colección: Contemporánea

Idioma: Castellano

Encuadernación: Tapa blanda

ISBN:  9788433908407    

Traductor: Xavier González Rodríguez

Año de edición: 1997

ALESSANDRO BARICO

Nacido en 1958 en la ciudad de Turín, su infancia coincidió con los llamados Anni di piombo, un periodo de los años setenta donde había mucha insatisfacción por la situación política italiana y casi se genera una guerra cívil. Baricco cataloga su ciudad natal como un lugar triste y serio lleno de calles sombrías, donde la luz era un privilegio, un sueño. Fue precisamente el mundo de los libros, lo que le ayudó a entender la vida como una mezcla de intensidades de luz y oscuridad. 

Aunque escribió su primera novela con 30 años, desde bien pequeño había escrito con mucha facilidad. Se licenció en Filosofía y también estudió música, especializándose en el piano. A los 19 años, dejó a su familia y utilizó su facilidad para las letras para trabajar. Durante diez años escribió de todo: en los diarios, en las editoriales, para agencias publicitarias, para políticos. Incluso escribió manuales de instrucciones para electrodomésticos. Gracias a sus estudios filosóficos, también escribió ensayos. De hecho, lo primero que escribió fue un ensayo sobre Rossini, Il genio in fuga, donde hace una interpretación de su teatro musical. Le interesaba mucho este tipo de escritura y era aquello que pensaba que se dedicaría cuando fuera mayor. 

También trabajó como crítico musical para el diario La Repubblica y La Stampa. En los noventa, presentó un programa de televisión dedicado a la lírica (L’amore è un dardo). También creó y presentó el programa Pickwick, emisión dedicada a la literatura, en la cual se trataban tanto la escritura y la literatura, con el fin de propulsar el interés por la literatura. Al fin, había probado diferentes tipologías, pero nunca había tenido la idea de convertirse en novelista (al menos, durante muchos años). Con 25 años, le pidieron que escribiera una película y fue la primera vez que escribió alguna cosa de ficción. Este fue el momento donde descubrió que escribir ficción era otra cosa que podía hacer.

En el año 1994, fundó, en Turín, la Scuola Holden, destinada a formar a escritores. La idea era crear una escuela de la que Holden Caufield, el protagonista de El guardián entre el centeno, nunca hubiera sido expulsado. La escuela cuenta con un modo bastante particular de promover el crecimiento en sus estudiantes. Se enseña con métodos, principios y reglas que es difícil de encontrar en otros lugares. Viviendo en sus propias carnes la soledad que acompaña este oficio, uno de los postulados de la escuela es evitar la visión del escritor como un ermitaño. Los escritores son también artistas, aunque son los únicos que construyen obras invisibles que nadie más puede ver hasta que están finalizadas. Si escribir una novela es como construir una “catedral invisible”, la escuela Holden busca hacer más liviano el oficio de escritor, pues en ella se reúnen alumnos que construyen otras “catedrales invisibles”. Además, los profesores, que ya han construido otras “catedrales”, acompañan y guían en esta construcción, haciendo el oficio de escribir más llevadero. Baricco dice que escribir es como correr solo en un estadio lleno de gente. Las gradas llenas, en la pista, solo tú y tu libro. Él cree firmemente que para el desarrollo de este oficio se necesitan de buenos entrenadores. Ya que de la misma manera, si bien no entenderíamos que a un atleta profesional no se le enseñara técnica, tampoco se puede entender un escritor sin técnicas narrativas. Sin embargo, mucha gente piensa que no se debe aprender a escribir y son muchos los profesores que recomiendan leer para aprender. Él se muestra en una postura totalmente opuesta y añade que los que piensan que la escritura no se puede enseñar no tienen una buena relación con ella. La escritura no deja de ser un oficio artesanal. No es algo de artistas inspirados por una voz divina. Las historias más profundas y bellas surgen gracias a la sinergia del talento y técnica. [Estilonext]


RESEÑA

"Era 1861. Flaubert estaba acabando Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis, y en la ruleta salía siempre el número dieciséis..."

Seda es la historia de la certeza de la propia suerte. En ella se percibe una atmósfera de abandono al destino cuyos personajes lo asumen como se asume la realidad. Baricco cuenta la historia de amor y de deseo de un comerciante de gusanos de seda, para el cual el tiempo en realidad es un espacio para la reflexión. Hervé Joncour recorre ocho mil kilómetros en cada viaje a Japón y mientras recorre el mundo atraviesa ríos, montañas y mares, y cada vez que lo hace percibe que algo va cambiando en él, como el lago Baikal al que llamaban mar primero, y luego el último, el demonio o el santo, y Joncour que viaja con una carta de amor escrita con ideogramas orientales en el bolsillo presiente, solo al final, que las aguas embravecidas que presuponía en ella en realidad eran el reflejo del apacible fondo de la bahía de Niza, en donde Hélene, su mujer, le regaló tres semanas de pequeña e intachable felicidad.

Alessandro Barico ha escrito la novela de un sacrificio, como a veces es el amor o las cosas cercanas que nos rodean.

 -"¿Cómo es el fin del mundo? -le preguntaron.

-"Invisible".

 Recojo aquí la reseña de 1997 del escritor David Torres a propósito de esta novela.

 “Si a usted le gusta el café descafeinado, los cigarrillos light, la música new age y la narrativa de Paul Auster, entonces le encantará SEDA, de Baricco, quien, por cierto, tiene apellido de tallarín o de ravioli (light, por supuesto). Porque SEDA es una novela para los tiempos light y descafeinados que corren, sencillita, ligerita y breve, sobre todo breve. Para este servidor la única virtud de SEDA es que su éxito puede poner sobre aviso al cerril mercado editorial español sobre la pertinencia de la novela corta. Lo demás es silencio, no "música blanca" como afirma pretenciosamente Baricco en la contraportada. Porque SEDA no es una novela corta, sino un cuento largo: a semejante argumento Calvino no le hubiera dedicado más de tres páginas y Borges una nota al pie. En SEDA no hay profundidad ni tensión ni nada de nada: es una acuarela en cinco colores (ni uno más), no hay personajes sino entes lingüísticos mágicamente transportados de una Francia de opereta a un Japón de ópera de Puccini donde falta, por supuesto, la música”.

 
El estilo de Barico es personal por lo que tiene pocos referentes. Barico dice que la suya fue una generación que no tenía muchos referentes literarios ya que creció con la televisión, el cine y la publicidad. Sus personajes están entre lo onírico y lo real. Él mismo reconoce que tienen como referente la prosa de Salinger. Lo que apreciaba de la literatura norteamericana en la que bebía era su rapidez y frescura frente a la literatura más elaborada. La de sus  admirados escritores como Hemingway cuyas novelas parecen guiones de cine. Cree en las Escuelas Taller de Escritura porque dice que a escribir se aprende también leyendo.

Seda es un monólogo interior, un libro poético y minimalista.



SESIÓN XI, POESÍA: Dámaso Alonso "Mujer con alcuza"

Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas (Madrid, 22 de octubre de 1898-Madrid 25 de enero de 1990) fue un escritor y filólogo español, director de la Real Academia Española, la Revista de Filología Española y miembro de la Real Academia de la Historia. Premio Nacional de Poesía de España en 1927 y Premio Miguel de Cervantes en 1978.

Biografía

Dámaso Alonso nació en Madrid en una familia galaico-asturiana con raíces en Ribadeo por la parte paterna (Dámaso Alonso y Alonso) y en Los Oscos por la materna (Petra Fernández de las Redondas Díaz, natural y vecina de Madrid). Vivió en su primera infancia en La Felguera (Asturias), donde su padre, ingeniero de minas, ejercía su profesión; pero este falleció de tuberculosis cuando el futuro crítico y poeta contaba dos años.​ Estudió bachillerato en Madrid, seis años con los jesuitas de Chamartín y luego en la Universidad de los agustinos de El Escorial (1917-1918), cuya revista Nueva Etapa dirigía, pasando sus vacaciones estivales en Ribadeo con frecuentes visitas a Los Oscos.

Bien dotado para las matemáticas, que estudió con Augusto Krahe, su familia abrigaba la esperanza de que se titulara como ingeniero de caminos; pero el futuro poeta ya mostraba una afición por la literatura que coincidió con la amistad que empezó a tener al veranear en 1917 entre los pinares de las Navas del Marqués. Se trataba de Vicente Aleixandre, a quien descubrió la poesía de Rubén Darío, de cuya afición pasaron después a la de Juan Ramón Jiménez, cuya poesía pura influyó en los primeros libros poéticos de Alonso. Pero como enfermó gravemente de la vista,​ decidió como lo mejor para la misma licenciarse en Derecho, carrera que sin embargo aborrecía (se hacía leer el temario en voz alta por su madre y así lo memorizaba) y como alumno oficial en Filosofía y Letras, por la Universidad Central de Madrid, donde se doctora en 1928 con un estudio sobre la evolución de la sintaxis de Luis de Góngora.

 Se formó en el Centro de Estudios Históricos dirigido por Ramón Menéndez Pidal (algo que rechazaba Federico García Lorca, quien le aconsejaba que se dedicara solo a la poesía) y tomó parte activa en las actividades de la Residencia de Estudiantes dirigida por el institucionista Alberto Jiménez Fraud. Allí conectó con los que serían sus compañeros de generación Federico García Lorca, Luis Buñuel, Pepín Bello, Salvador Dalí, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre. Pero en la Universidad le marcaron las clases de Andrés Ovejero y Américo Castro, quien lo inició en el estudio de la historia de la lengua y le consiguió el puesto de lector en la Universidad de Berlín (1921-1923), durante la terrible época de la inflación, en la que cobraba un raquítico sueldo mensual de mil millones de marcos. De allí pasó como profesor de español a la Universidad de Cambridge, en dos periodos: 1924-1926, a cuyo término publicó su traducción de Retrato del artista adolescente de James Joyce, con el que se carteó, y de 1928 a 1929.

En ese último año, después de asistir al acto fundacional de la generación del 27 en el Ateneo de Sevilla en reivindicación de Góngora, se casó con la filóloga y escritora Eulalia Galvarriato y marcharon como profesores a Estados Unidos, donde vivieron el verano en San Francisco, en la Universidad de Stanford, y el invierno en Nueva York, en el Hunter College de la Universidad de Columbia donde también se albergaba Federico García Lorca; allí vivieron el crack del 29 y el comienzo de la Gran depresión; además dio varias conferencias.

Literariamente, él mismo se consideraba miembro de la generación del 27 solamente como crítico, y como poeta dentro de la primera generación poética de posguerra. Colaboró en la Revista de Occidente y en Los Cuatro Vientos, y reivindicó la segunda etapa, la culterana, de la poesía de Luis de Góngora elaborando para explicarla una gran teoría de la expresión poética dentro de lo generalmente denominado Estilística, su contribución más notable a la historia de la Filología.

 

Hizo una edición crítica de las Soledades (1927) de este poeta, acompañada de una paráfrasis explicativa del mismo. Más tarde publicaría otras ediciones y estudios sobre este autor, tan minuciosos como era normal en la escuela filológica de Ramón Menéndez Pidal, en lo que fue ayudado por su esposa, que también colaboró en sus estudios sobre la poesía de San Juan de la Cruz.

 En 1931 vuelve a Inglaterra, esta vez a la Universidad de Oxford, donde permaneció dos cursos. En 1932 escribe su ensayo El crepúsculo de Erasmo y en 1933 obtuvo en una oposición presidida por Miguel de Unamuno la cátedra de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Valencia, aunque pasó con su mujer el año de 1934 en la Universidad de Barcelona.

 Divulga en los cursos de verano de la Universidad Internacional de Verano de Santander la lingüística de Ferdinand de Saussure y del Círculo de Praga. Por entonces edita la poesía lírica de Gil Vicente y en 1935 publica la primera edición de Poesía española, un conjunto de trabajos donde analizaba en profundidad la estilística de los clásicos españoles; su prestigio ya es tal que es nombrado miembro correspondiente de la Hispanic Society, y el curso de 1935 a 1936 lo pasó en la Universidad de Leipzig trabajando con el filólogo suizo Walther von Wartburg para ampliar sus conocimientos de Filología románica, pues pretendía asumir la cátedra que había dejado en la Universidad Central Ramón Menéndez Pidal.

 Con Ortega y Gasset y otros intelectuales, estuvo refugiado durante las primeras semanas de la guerra civil en la Residencia de Estudiantes, por miedo a represalias, pues sus cuñados eran unos conocidos simpatizantes del bando sublevado. El resto de la guerra lo pasó en Valencia, donde colaboró en la revista Hora de España; en 1937 publicó La injusticia social en la literatura española y en 1939 su edición de la comedia Don Duardos de Gil Vicente y Tres poetas en desamparo.

 Al término de la guerra civil española, en Murcia buscó la protección de su antiguo compañero de la Universidad Ernesto Giménez Caballero y consiguió superar la depuración sin ser sancionado, obteniendo en 1941 la cátedra de Filología Románica de Menéndez Pidal (jubilado ya con 70 años) en la Universidad de Madrid; en esta última formó, entre otros importantes discípulos, a Fernando Lázaro Carreter y a Bartolomé Llorens. También fue profesor visitante en varias importantes universidades norteamericanas. En 1942 obtiene el Premio Fastenrath de la Real Academia de la Lengua por una investigación en colaboración con su mujer Eulalia Galvarriato sobre San Juan de la Cruz. Entre otras obras, en 1944 publica también poesía: Oscura noticia e Hijos de la ira, libro este que, según expresó:

 Escribí lleno de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total desilusión de ser hombre.

Por lo cual se considera dentro de lo que él mismo definió como Poesía desarraigada de la Posguerra, una consecuencia existencial de las terribles guerras europeas que obligaron a muchos entonces a replantearse si era cierta la presunta benignidad de la naturaleza humana. En ese mismo año su amigo Vicente Aleixandre imprime su Sombra del paraíso, que obedece a la misma inspiración. Poco después, a instancia de su amigo José Antonio Muñoz Rojas, lee al poeta jesuita inglés Gerard Manley Hopkins, que influye algunos de los poemas añadidos en la segunda edición, de 1946.

 En 1945 es elegido miembro de número de la Hispanic Society, en 1948 de la Real Academia Española y en 1959 de la Real Academia de la Historia. Viaja a Estados Unidos de nuevo en 1951 y 1954; en este país dio cursos como profesor invitado en las universidades de Yale, New Haven, John Hopkins y Harvard; en 1954 descansó durante un mes en México. Se jubila en 1968, año en que le eligen director de la Real Academia de la Lengua, sucediendo a Menéndez Pidal, pero renuncia a este cargo en 1982. Fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua el 29 de junio de 1973. También recibió el Premio Cervantes en 1978.

 «Tenemos que trabajar todos por la unidad básica de nuestra lengua en el mundo. Tenemos que trabajar por la lengua. No movidos por un sentimiento nacionalista. Es un sentimiento de hermandad de veinte países. Nada de nacionalismos aisladores. Trabajaremos por nuestra lengua con un sentimiento de veneración y respeto como el que suele existir alrededor de un niño al que le espera un gran destino. El destino de nuestra lengua es el de ser vínculo de hermandad, de paz y de cultura entre los cientos y cientos de millones de seres que, en proporción siempre creciente, la han de hablar en el siglo XXI y en los siglos y siglos de un larguísimo porvenir».

Su salud se deterioró rápidamente y en sus dos últimos años perdió el habla. Falleció de un infarto en enero de 1990 en su casa de Madrid.

MUJER CON ALCUZA

 A Leopoldo Panero

 ¿Adónde va esa mujer,

arrastrándose por la acera,

ahora que ya es casi de noche,

con la alcuza en la mano?

 

Acercaos: no nos ve.

Yo no sé qué es más gris,

si el acero frío de sus ojos,

si el gris desvaído de ese chal

con el que se envuelve el cuello y la cabeza,

o si el paisaje desolado de su alma.

 

Va despacio, arrastrando los pies,

desgastando suela, desgastando losa,

pero llevada

por un terror

oscuro,

por una voluntad

de esquivar algo horrible.

 

Sí, estamos equivocados.

Esta mujer no avanza por la acera

de esta ciudad,

esta mujer va por un campo yerto,

entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,

y tristes caballones,

de humana dimensión, de tierra removida,

de tierra

que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,

entre abismales pozos sombríos,

y turbias simas súbitas,

llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

 

Oh sí, la conozco.

Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,

en un tren muy largo;

ha viajado durante muchos días

y durante muchas noches:

unas veces nevaba y hacía mucho frío,

otras veces lucía el sol y sacudía el viento

arbustos juveniles

en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.

 

Y ella ha viajado y ha viajado,

mareada por el ruido de la conversación,

por el traqueteo de las ruedas

y por el humo, por el olor a nicotina rancia.

¡Oh!:

noches y días,

días y noches,

noches y días,

días y noches,

y muchos, muchos días,

y muchas, muchas noches.

 

Pero el horrible tren ha ido parando

en tantas estaciones diferentes,

que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,

ni los sitios,

ni las épocas.

 

Ella

recuerda sólo

que en todas hacía frío,

que en todas estaba oscuro,

y que al partir, al arrancar el tren

ha comprendido siempre

cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,

ha sentido siempre

una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,

como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,

como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo,

como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.

Pero las lúgubres estaciones se alejaban,

y ella se asomaba frenética a las ventanillas,

gritando y retorciéndose,

solo

para ver alejarse en la infinita llanura

eso, una solitaria estación,

un lugar

señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico

por una cruz

bajo las estrellas.

 

Y por fin se ha dormido,

sí, ha dormitado en la sombra,

arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,

por gritos ahogados y empañadas risas,

como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,

sólo rasgadas de improviso

por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,

o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,

...aún mareada por el humo del tabaco.

 

Y ha viajado noches y días,

sí, muchos días,

y muchas noches.

Siempre parando en estaciones diferentes,

siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,

ay,

para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,

para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.

 

...No ha sabido cómo.

Su sueño era cada vez más profundo,

iban cesando,

casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:

sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,

algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.

Y luego nada.

Solo la velocidad,

solo el traqueteo de maderas y hierro

del tren,

solo el ruido del tren.

 

Y esta mujer se ha despertado en la noche,

y estaba sola,

y ha mirado a su alrededor,

y estaba sola,

y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,

de un vagón a otro,

y estaba sola,

y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,

a algún empleado,

a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,

y estaba sola,

y ha gritado en la oscuridad,

y estaba sola,

y ha preguntado en la oscuridad,

y estaba sola,

y ha preguntado

quién conducía,

quién movía aquel horrible tren.

Y no le ha contestado nadie,

porque estaba sola,

porque estaba sola.

Y ha seguido días y días,

loca, frenética,

en el enorme tren vacío,

donde no va nadie,

que no conduce nadie.

 

...Y esa es la terrible,

la estúpida fuerza sin pupilas,

que aún hace que esa mujer

avance y avance por la acera,

desgastando la suela de sus viejos zapatones,

desgastando las losas,

entre zanjas abiertas a un lado y otro,

entre caballones de tierra,

de dos metros de longitud,

con ese tamaño preciso

de nuestra ternura de cuerpos humanos.

Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),

abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,

como si caminara surcando un trigal en granazón,

sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,

de cercanas cruces,

de cruces lejanas.

 

Ella,

en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,

se inclina,

va curvada como un signo de interrogación,

con la espina dorsal arqueada

sobre el suelo.

¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,

como si se asomara por la ventanilla

de un tren,

al ver alejarse la estación anónima

en que se debía haber quedado?

¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro

sus recuerdos de tierra en putrefacción,

y se le tensan tirantes cables invisibles

desde sus tumbas diseminadas?

¿O es que como esos almendros

que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,

conserva aún en el invierno el tierno vicio,

guarda aún el dulce álabe

de la cargazón y de la compañía,

en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?